La necesidad de ganar, de ser el/la mejor, de triunfar, colapsa el amor fomentando la confrontación y la crueldad para alcanzar su meta. La fe, como la virtud inherente a este temperamento, impulsa al nativo a conseguir sus objetivos, a vece a toda costa, aunque el costo sea la destrucción de su entorno. Amar desde el fuego incluye la tolerancia y el respeto por todas las formas de vida, permitiendo el desarrollo armónico de todas las partes.