Martín se queda a cuidar la casa de su tía durante el fin de semana. Ante su desánimo a causa de la depresión que sufre su padre, sus tres amigos le insisten para acompañarlo una noche. Uno de ellos propone jugar un juego de mesa de los que están arriba de un mueble, pero el que escoge no es un juego común y corriente, es una tabla ouija. Deciden jugar y, aunque al principio son escépticos, logran comunicarse con Ana, una nena que desapareció sin dejar rastros, treinta años atrás. Lo que esperaba ser un fin de semana normal, se convierte en una experiencia siniestra, llena de misterio y confusión.